
Miguel Ángel advirtió en seguida una hermosa posibilidad. Y de inmediato dispuso que condujeran a su estudio aquel mármol a medio cincelar, arruinado y desechado.
Si visitamos hoy Florencia, tendremos ocasión de admirar la perfecta simetría y belleza de la forma humana de una de las obras de arte más nobles del mundo: el David, mundialmente célebre. Cuando este monumento se exhibió por primera vez, causó verdadera sensación.
Cada ser humano es en un sentido una piedra inutilizada, desechada, arruinada por el pecado. Pero cuando Cristo, el gran Artista Divino nos observa, nos ve cómo podríamos llegar a ser transformados por su gracia y poder, labrados por el cincel de su Evangelio, y se dispone a modelarnos de nuevo si tan sólo se lo permitimos…
“Por sus frutos los conoceréis”, es la regla universal que establece la Palabra de Dios para determinar la naturaleza de una causa cualquiera. Se manifiesta, pues, el verdadero cristianismo, se conoce la existencia del verdadero espíritu de Cristo, por los frutos que produce.
“Por sus frutos los conoceréis”, es la regla universal que establece la Palabra de Dios para determinar la naturaleza de una causa cualquiera. Se manifiesta, pues, el verdadero cristianismo, se conoce la existencia del verdadero espíritu de Cristo, por los frutos que produce.