"La mayor necesidad del mundo
Es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos."
(La educación p.57)


Dios contesta nuestras oraciones


El tranvía pesadamente cargado, con su trole conectado al cable eléctrico, es una ilustración apropiada del cristiano. Mientras se mantiene esta conexión, el tranvía puede subir o bajar por las pendientes más empinadas. En la noche puede alumbrar el camino con su luz. Pero tan pronto como se interrumpe esa conexión, se produce un tremendo cambio. No sólo queda en la oscuridad, sino que al quedar inmovilizado, constituye un serio peligro para otros vehículos que transitan por la misma vía.
El tranvía recibe la fuerza que lo hace andar, desde la planta eléctrica, situada a unos cuantos kilómetros de distancia.
Así el cristiano, mientras mantiene su continua comunión con Dios por la fe, recibe luz y poder desde el cielo, desde el centro del poder de Dios.
Cristo mismo extiende su mano al pecador, y entonces éste recibe perdón y ayuda para andar por el camino de la vida con éxito.
“Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. Presentadle vuestras necesidades, tristezas, gozos, cuidados y temores. No podéis agobiarle ni cansarle. El que tiene contados los cabellos de vuestra cabeza no es indiferente a las necesidades de sus hijos.
Llevadle todo lo que confunda vuestra mente. Ninguna cosa que de alguna manera afecte vuestra paz es tan pequeña que él no la note. El sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas”.—El Camino a Cristo, p. 92.