"La mayor necesidad del mundo
Es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos."
(La educación p.57)


Paciencia a prueba

Carolina estaba exasperada con sus dos hijos, Claudio y Lorenzo, asi que llamó a su mamá en busca de apoyo moral, -Esos chicos se portan como Daniel, el travieso- se quejó. Se puso a explicar los acontecimientos del día. Los niños querían deslizarse por el piso de la cocina. Corrieron y patinaron sobre las alfombras con las pegajosas y rojas medias, haciendo un terrible desastre. Más tarde, descubrieron una lata de insecticida, siguió Carolina. Se metieron en el lavadero, se subieron a la secadora y embadurnaron las paredes con ese líquido nauseabundo.

Ayer llenaron el fregadero de agua. Cuando comenzó a botarse, tomaron el cubo de la basura para recoger el agua. Cuando lo llenaron, salpicaron por todos lados mientras se derramaba por el piso.

Para la abuela era fácil ver lo cómico en las travesuras de los niños, pero contuvo la risa. En su lugar, su suave y tranquila voz sobresalió. Su sabiduría le habló al corazón de Carolina. Cariño, mi pastor me dijo una vez que cuando tu paciencia se pone a prueba, es Dios que trata de mostrarte algo en tu carácter.

Mientras limpiaba el último desastre que hicieron sus hijos, Carolina pensaba en lo que le dijo su madre. Consideró los momentos en los que fue menos que perfecta. Pensó en su desgarrador divorcio, en sus problemas con las tarjetas de crédito y en los años que estuvo apartada del Señor.

Padre celestial, susurró, por favor no me abandones ni te canses de ayudarme a limpiar mi vida.

La perspectiva de esta abuela moldeada con el tiempo la capacitó para dar un consejo sabio.
Su perspectiva personal ha pasado por años de preparación.

Se considera que ciertos rasgos de la personalidad se saltan una generación. Quizá sea por eso que los nietos y los abuelos se llevan tan bien.

Una mujer...

Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho de ángel por
la incansable solicitud de sus cuidados;

una mujer que, siendo joven, tiene la reflexión de una anciana, y en la vejez, trabaja con el vigor de la juventud;

una mujer que, si es ignorante, descubre todos los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y si es instruída, se acomoda a la simplicidad de los niños;

una mujer que siendo pobre, se satisface con la felicidad de los que ama, y siendo rica daría
con gusto su tesoro por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud;

una mujer que siendo vigorosa se estremece con el gemido de un niño, y siendo débil se
reviste a veces con la bravura de un león;

una mujer que mientras vive, no la sabemos estimar, porque a su lado todos los dolores se
olvidan, pero después de muerta, daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos
por mirarla de nuevo un solo instante, por recibir de ella un solo abrazo, por escuchar un sólo
acento de sus labios.

De esa mujer no me exijan el nombre, si no quieren que empape con lágrimas vuestro
álbum, porque ya la ví pasar en mi camino...Esa mujer es Mi Madre!.

Autor: Ramón Angel Jara